“Piensa en los Highwaymen, el supergrupo country que crearon Johnny Cash, Willie Nelson, Waylon Jennings y Kris Kristofferson. Si Bad Blake hubiese sido un personaje real, sin duda habría sido el quinto miembro.”
Introducción
Por Andoni Urkiaga
Cuando Thomas Cobb, el autor de "Crazy Heart" escribió esta novela en 1987, de la que vendió 11.000 ejemplares, poco podía imaginar que 23 años más tarde su obra de juventud cobraría protagonismo a nivel mundial.
Sin duda, una de las claves de la película "Crazy Heart", de la que nos habla Javier Márquez en el artículo que hoy nos acompaña, es la libre interpretación de la obra de Cobb. De hecho, Cobb no fue consultado creativamente en ningún momento y conoció al director y a los actores en la premiere de Los Ángeles el pasado mes de diciembre.
No obstante, a quien si conocía Cobb era a T-Bone Burnett, el productor musical de la película. Se conocieron en Tucson, en 1983 cuando Thomas Cobb escribía en una revista country de esa ciudad. El entonces periodista le entrevistó con motivo de la promoción de su disco "Proof Through The Night". Precisamente escribiendo para esa revista vió un concierto de Hank Thompson, una super estrella honky tonk de los 50 y 60, de telonero de Conway Twitty. Esta posición de subordinación de Thompson a Twitty le impactó a Cobb: "Yo estaba horrorizado, Hank fue mucho más de lo que Conway era".
Este historia de los altibajos de las carreras de muchos artistas y, en concreto, la figura de Hank Thompson le inspiró la novela que escribió como tesis en la Universidad de Houston. Pero no fue hasta más tarde que Cobb se dió cuenta que otro personaje se había encarnado en Bad Blake: "No me dí cuenta en ese momento, pero hay mucho de Donald Barthelme en Bad Blake. Era mi director de tesis y tocábamos juntos en una banda en Houston. Debo mucho de mi carrera a Donald Barthelme".
Donald Barthelme, escritor postmodernista minimalista, bebedor y empedernido aficionado a la música country murió en 1989. "Siempre me pedía que le dijera lo maravilloso que era Bad Blake".
El inminente estreno de la película Crazy Heart, el 5 de marzo, titulada en España “Corazón Rebelde”, pone de actualidad al movimiento country “outlaw”, representado mejor que nadie por Waylon Jennings, Kris Kristofferson, Willie Nelson e, incluso, Johnny Cash, a los que nos aproxima en este exhaustivo y brillante informe de Javier Márquez.
Javier Márquez es Subdirector de la revista de actualidad Cambio 16, además es escritor de varios libros biográficos como los de Neil Young, Bruce Springsteen, Elvis Presley, etc., aunque destaca su famosa biografía del 'Rat Pack'. El año pasado publicó su brillante novela de debut: "La Fiesta de Orfeo". Javier fue Director Ejecutivo de la CMA-Spain, la Asociación de Música Country de España. Ni que decir tiene, que nos complace sumamente reproducir este artículo suyo publicado en EFE EME esta semana.
Los 'renegados' del country
Por Javier Márquez Sánchez
Durante la pasada gala de los Globos de Oro hubo pocas sorpresas, pero una de ellas fue especialmente placentera. Jeff Bridges, un buen actor al que no se le acaba de reconocer su talento para el drama, subía a recoger el galardón a mejor actor dramático por su papel en la película “Crazy Heart”, cinta que también se llevó el premio a mejor canción por ‘The Weary Kind’, escrita por Ryan Bingham y T-Bone Burnett (nominada ya al Oscar como Mejor Canción Original).
Aunque en principio se especuló con la posibilidad de que esta película se quedase en la televisión por cable, dado el modesto presupuesto con el que se había planteado y el “limitado interés” que algunos observaban, el viernes 5 de marzo estará en las carteleras españolas.
Y es que las críticas están siendo demasiado buenas, la mayoría centradas en aplaudir el excelente trabajo de Jeff Bridges, que ya se perfila como un firme candidato al Oscar. El actor interpreta a Bad Blake, otrora estrella de la música country, que ha cambiado la guitarra y las multitudes por el alcohol y varios divorcios. Parece que nada le importa ya, mucho menos su carrera musical, y le basta con poder sobrevivir tocando en pequeños garitos de carretera y aliviando su soledad con mujeres de una noche. Pero entonces dos almas jóvenes se cruzaran en su camino, una reportera interesada por entrevistar a la estrella caída y un cantante en ciernes que quiere que componga un tema para él. Con ellos, Blake comienza a encontrar de nuevo sentido a su vida a través de la música.
Una historia sencilla y nada original, dirigida por un novato, Scott Cooper, y basada en la novela de un desconocido, Thomas Cobb. Sin embargo, parece que no solo hay corazón en el título. Bridges está acompañado por un elenco más que correcto, con Maggie Gyllenhaal en el papel de la periodista (nominada al Oscar como Mejor Actriz Secundaria), Colin Farrell como ese artista que comienza y el veterano Robert Duvall (que ya interpretara a un cantante country acabado en la magnífica “Gracias y Favores”, de 1982) como un viejo colega.
Lo más interesante de esa alabada interpretación de Bridges es que parece tomar como fuente de inspiración a toda una generación de artistas country, los renegados, los grandes protagonistas del movimiento outlaw.
Kris Kristofferson como inspiración
Parece ser que cuando empezaron a trabajar en el proyecto y Bridges le pidió al director que le definiera al personaje, Scott Cooper le dijo: “Piensa en los Highwaymen, el supergrupo country que crearon Johnny Cash, Willie Nelson, Waylon Jennings y Kris Kristofferson. Si Bad Blake hubiese sido un personaje real, sin duda habría sido el quinto miembro”. Bridges se lo tomó tan al pie de la letra que en su encarnación es posible rastrear numerosas influencias de aquéllos, como cuando luce en algunas secuencias camisa blanca, chaleco y sombrero oscuros, claramente inspirado en Waylon Jennings, de quien toma también en muchos momentos su forma de actuar en el escenario.
Sin embargo, tomada en conjunto la película, salta a la vista que su Bad Blake no es sino un álter ego de Kris Kristofferson (con quien comparte amistad desde que ambos coincidieran a las órdenes de Michael Cimino en ese valiente clásico a reivindicar que es “La Puerta del Cielo”).
El parecido entre personaje y cantante real no se queda sólo en la apariencia física o en el estilo musical e interpretativo, sino también en la propia historia, con los problemas con el alcohol, los matrimonios fallidos, las crisis de autoestima y los buenos amigos que acuden al rescate. Al parecer, tras ver “Crazy Heart” en un pase privado, Kristofferson aseguró haberse emocionado varias veces: “Es mi vida lo que estaba viendo en la pantalla”, le reconoció a Bridges.
La banda sonora
Al estreno de la película, titulada en España “Corazón Rebelde”, se suma el lanzamiento de la banda sonora bajo el sello New West.
El disco, bastante más amplio y recomendable en su edición especial, incluye varios cortes interpretados por Jeff Bridges junto a piezas a cargo de Ryan Bingham (que interpreta el tema premiado en los Globo "The Weary Kind"), George Jones, Lucinda Williams, Waylon Jennings, Townes Van Zandt, Stephen Bruton, Lightnin’ Hopkins… e incluso Robert Duvall, balbuceando la emocionante ‘Live Forever’ de Billy Joe Shaver.
“El ‘outlaw’ ha sido uno de los movimientos más interesantes de la historia de la música country. Tiene sus raíces en los años setenta, cuando toda una nueva hornada de artistas y algún veterano reaccionaron contra la encorsetada y corrupta evolución que estaba protagonizando ese género musical”
Los 'fuera de la ley' de la música country
El “outlaw” (literalmente “fuera de la ley”; rebelde, renegado, proscrito) ha sido uno de los movimientos más interesantes de la historia de la música country. Tiene sus raíces en los años setenta, cuando toda una nueva hornada de artistas y algún veterano reaccionaron contra la encorsetada y corrupta evolución que estaba protagonizando ese género musical.
La década de los cincuenta había supuesto una importante popularización de la música country de la mano del rockabilly, ese country ágil, salvaje y juvenil, desarrollado por artistas como Johnny Cash, Marty Robbins, George Jones, Carl Perkins o el propio Elvis Presley. Con los sesenta, sin embargo, el panorama cambió. Los grandes sellos contrataron a esas figuras prometedoras y se propusieron “domar” su talento poniendo al frente de cada disco a productores de prestigio, como Chet Atkins, Owen Bradley o Billy Sherrill, encargados de controlar cada aspecto creativo del proyecto, desde la selección de los músicos a la del repertorio. El artista sólo debía aportar su voz y su imagen, convenientemente refinada.
De este modo, el country fue suavizándose, y la instrumentación tosca y simple fue sustituida por orquestas con cuerdas y vientos. Las armonías vocales tradicionales o las voces puras se transformaron en coros ampulosos y arreglos detallistas, e incluso el atuendo o el acento característico de cada intérprete se cuidó y se adecuó para el fin perseguido por las multinacionales: sacar la música country de la Norteamérica rural y hacerla triunfar en las grandes ciudades. A esta nueva estética country, pulida e impecable, que ya venía desarrollándose desde los cincuenta, se la conocía como “Sonido Nashville”, cuyo desarrollo extremo conduciría, ya en los setenta, a la aparición del country-pop o el countrypolitan, con figuras como Kenny Rogers, John Denver o Olivia Newton-John.
Es en ese contexto en el que hay observar la postura adoptada por una serie de cantantes (normalmente también autores) que van convertirse en molestos inquilinos de algunas discográficas. Ya en los sesenta, gente como Merle Haggard, Johnny Cash, Waylon Jennings o Johnny Paycheck fueron los primeros en no ahorrar quejas ni protestas para intentar conseguir mayor independencia a la hora de trabajar en sus discos. Ellos reaccionaron contra el “Sonido Nashville” con el “Sonido Bakersfield”, desarrollado en los bares honky tonk de esa localidad californiana.
Por su parte, las multinacionales no tenían la menor intención de dar su brazo a torcer, pues con la llegada de los setenta las cifras arrojaban una realidad incuestionable: los discos de country eran más populares que nunca, y eso debía ser gracias a las nuevas reglas impuestas. Pero precisamente en ese cambio de década, de los sesenta a los setenta, las modas y los gustos cambiaron radicalmente. La guerra de Vietnam, el fin del sueño hippie, los conflictos en las ciudades y la corrupción política hizo de aquella juventud americana una generación descreída y desilusionada, necesitada de una música auténtica y sin aditivos, con cuyo mensaje y postura pudieran identificarse.
Menos violines y más corazón
Para esa generación comenzaron a presentar sus temas gente como el citado Waylon Jennings y su mujer, Jessi Colter, Willie Nelson, Kris Kristofferson, Jerry Jeff Walker, Billy Joe Shaver o David Allan Coe. Las suyas eran unas canciones de marcado carácter social, que hablaban de la realidad de los setenta, ya fuese a nivel ideológico o sentimental. Eran, además, canciones que apostaban por recuperar el sonido y la estructura del country más tradicional, con una instrumentación más cercana en ocasiones al rock que a lo que se cocía en Nashville, adoptando al desaparecido Hank Williams como líder espiritual y principal inspiración.
Por otro lado, se trataba de unos artistas country que tenían poco que ver con sus predecesores en lo que a estilo de vida, de moda o incluso ideales poíticos se refería. La nueva generación estaba más próxima a los grandes del rock de los setenta que a las leyendas del country de la década anterior. Melenas, ropa hippie, alcohol, pastillas y guitarras eléctricas eran las señas de identidad del cantante country de la nueva corriente.
La apuesta estaba clara, y ante el empuje inevitable, las compañías comenzaron a ceder. Tal vez podría señalarse el debut de Kris Kristofferson, 'Kristofferson' (1970), como el primer álbum puro de la corriente outlaw, al que seguirían en 1973 los discos de Waylon Jennings “Lonesome, On’ry and Mean” y “Honky Tonk Heroes”, en los que este artista planteaba definitivamente un sonido más salvaje y crudo.
Aunque todos pusieron algo de su parte, es a Jennings a quien hay que reconocerle los mayores esfuerzos para que sus colegas de generación lograsen firmar los álbumes tal y como ellos deseaban. Cuentan que, ante la imposibilidad de hacer entrar en razón a los directivos de Nashville, Jennings cogió un avión y se presentó en Nueva York para sentarse cara a cara con los dueños de su multinacional, la RCA. Les expuso las razones por las que debían confiar en los nuevos talentos y darles libertad para escoger sus propios temas, para grabar con sus propios músicos. Solo así conseguirían dar cuerpo al tipo de discos que reclamaba el nuevo público. Y acertó de pleno.
Durante toda la década de los setenta, el movimiento outlaw vivió su edad de oro, alcanzando su momento más representativo con el lanzamiento, en 1976, de un disco que reunía a cuatro de sus grandes representantes: Willie Nelson, Tompall Glaser, Jessi Colter y Waylon Jennings. Su título, “Wanted! The Outlaws”, acabó dando nombre a la nueva corriente country.
El álbum incluía temas en solitario de cada uno de los participantes así como algunos duetos, y entre las canciones seleccionadas cabe destacar ‘My Heroes Have Always Been Cowboys’, ‘Honky Tonk Heroes’, ‘Suspicious Minds’ o ‘Good Hearted Woman’, convertidos hoy en auténticos clásicos.
Aquel fue el primer trabajo de la historia de la música country en convertirse en disco de platino, lo que concedió carta blanca para que los protagonistas de la corriente outlaw desarrollasen a sus anchas su inquietudes artísticas (caso de Willie Nelson, que apostó por efectivas combinaciones de country, jazz y blues).
“Cash era el más veterano del movimiento outlaw, y como tal había vivido diversas etapas de la música country en las décadas anteriores. Fue una clara inspiración para esos nuevos artistas de los setenta con quienes se acabaría identificando”
Cuatro proscritos en la MTV
En esta nueva corriente, cuatro artistas destacaron sobre el resto, cada uno por méritos propios, lo que conllevó que acabaran siendo reconocidos comos los cuatro grandes del movimiento outlaw.
Jennings y Nelson fueron dos de ellos, formando un tándem tan efectivo que les llevó a grabar cuatro discos juntos entre 1978 y 1991. Ambos combinaban en sus trabajos composiciones propias con piezas de colegas como Shaver o Kristofferson, apostando por un sonido honky tonk que aunaba ritmos clásicos con instrumentación eléctrica.
Por su parte, Kris Kristofferson representó en los setenta el más claro triunfo del cantante-compositor sobre el productor estrella de los años sesenta. Sus canciones eran grabadas por los más diversos artistas, muchos de ellos más allá de las fronteras del country, como Frank Sinatra, Sammy Davis Jr., Janis Joplin o Elvis Presley. En sus discos, el protagonista absoluto era el artista en su papel de autor, más incluso que como intérprete, lo que entroncaba directamente con los días grandes de Hank Williams, cuando el vocalista country tenía algo que contar más allá de una historia al servicio de su voz.
Y a falta de Williams, fallecido en 1953, Johnny Cash se perfiló como su mejor heredero espiritual, y líder por tanto de este grupo extraoficial. Cash era el más veterano del movimiento outlaw, y como tal había vivido diversas etapas de la música country en las décadas anteriores.
Sus problemas con las drogas y la ley, sus legendarios conciertos en las prisiones de San Quintín o Folsom así como el apoyo prestado en su programa televisivo a jóvenes talentos ajenos a la escena country, como Bob Dylan o Neil Diamond, fueron una clara inspiración para esos nuevos artistas de los setenta con quienes se acabaría identificando.
El carácter de abanderados del movimiento outlaw de estos cuatro ‘renegados’ llegó a su culmen en 1985 cuando, ante la decadencia del género y de sus propias carreras, decidieron aunar esfuerzos en un álbum conjunto, “Highwayman”.
Producido por Chips Moman (la química entre los cuatro resultó tan evidente que incluso hicieron sus pinitos interpretativos con varios westerns para televisión). En 1990 lanzaron un segundo trabajo, “Highwayman 2″, aún firmado como “Jennings -Nelson – Cash – Kristofferson”, y no sería hasta la gira que iniciaron ese año cuando aquel supergrupo de la música country fue bautizado como The Highwaymen. Ya con ese nombre lanzaron en 1995 su tercera y última colaboración, “The Road Goes On Forever”.
Una formación similar, con Billy Joe Shaver en lugar de Johnny Cash, coincidía por casualidad en un estudio de grabación poco después, resultando un delicioso álbum publicado en el año 2000 con el título “Honky Tonk Heroes”; el canto de cisne del movimiento outlaw original (aunque en la década siguiente aún se darían nuevas colaboraciones para discos –Nelson, Haggard y Ray Price– y directos –Kristofferson y Haggard).
Jennings falleció en el año 2002, y Cash le siguió al año siguiente, junto a Johnny Paycheck. Nelson, Kristofferson, Shaver, Haggard o David Allan Coe siguen al pie del cañón, seguidos por artistas de generaciones posteriores que siguen cultivando la esencia del movimiento outlaw, como Robert Earl Keen Jr., Hank Williams III, Cory Morrow, Roger Creager, Jimmy Aldridge, Kevin Fowler, Wade Bowen o el propio Shooter Jennings, hijo de Waylon.
Acompañamos este fantástico artículo de Javier Márquez con un video de uno de los conciertos de los Highwaymen. ¡A disfrutar!
The Highwaymen Live, Nassau Coliseum (1990)
Parte 01
Parte 02
Parte 03
Parte 04
Parte 05
Parte 06
Parte 07
Parte 08
Parte 09
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Fuentes:
New York Times
Allmusic
Wikipedia
AMCU Uruguay
Outlaw Magazine
Roughstock
Por Javier Márquez Sánchez
Durante la pasada gala de los Globos de Oro hubo pocas sorpresas, pero una de ellas fue especialmente placentera. Jeff Bridges, un buen actor al que no se le acaba de reconocer su talento para el drama, subía a recoger el galardón a mejor actor dramático por su papel en la película “Crazy Heart”, cinta que también se llevó el premio a mejor canción por ‘The Weary Kind’, escrita por Ryan Bingham y T-Bone Burnett (nominada ya al Oscar como Mejor Canción Original).
Aunque en principio se especuló con la posibilidad de que esta película se quedase en la televisión por cable, dado el modesto presupuesto con el que se había planteado y el “limitado interés” que algunos observaban, el viernes 5 de marzo estará en las carteleras españolas.
Y es que las críticas están siendo demasiado buenas, la mayoría centradas en aplaudir el excelente trabajo de Jeff Bridges, que ya se perfila como un firme candidato al Oscar. El actor interpreta a Bad Blake, otrora estrella de la música country, que ha cambiado la guitarra y las multitudes por el alcohol y varios divorcios. Parece que nada le importa ya, mucho menos su carrera musical, y le basta con poder sobrevivir tocando en pequeños garitos de carretera y aliviando su soledad con mujeres de una noche. Pero entonces dos almas jóvenes se cruzaran en su camino, una reportera interesada por entrevistar a la estrella caída y un cantante en ciernes que quiere que componga un tema para él. Con ellos, Blake comienza a encontrar de nuevo sentido a su vida a través de la música.
Una historia sencilla y nada original, dirigida por un novato, Scott Cooper, y basada en la novela de un desconocido, Thomas Cobb. Sin embargo, parece que no solo hay corazón en el título. Bridges está acompañado por un elenco más que correcto, con Maggie Gyllenhaal en el papel de la periodista (nominada al Oscar como Mejor Actriz Secundaria), Colin Farrell como ese artista que comienza y el veterano Robert Duvall (que ya interpretara a un cantante country acabado en la magnífica “Gracias y Favores”, de 1982) como un viejo colega.
Lo más interesante de esa alabada interpretación de Bridges es que parece tomar como fuente de inspiración a toda una generación de artistas country, los renegados, los grandes protagonistas del movimiento outlaw.
Kris Kristofferson como inspiración
Parece ser que cuando empezaron a trabajar en el proyecto y Bridges le pidió al director que le definiera al personaje, Scott Cooper le dijo: “Piensa en los Highwaymen, el supergrupo country que crearon Johnny Cash, Willie Nelson, Waylon Jennings y Kris Kristofferson. Si Bad Blake hubiese sido un personaje real, sin duda habría sido el quinto miembro”. Bridges se lo tomó tan al pie de la letra que en su encarnación es posible rastrear numerosas influencias de aquéllos, como cuando luce en algunas secuencias camisa blanca, chaleco y sombrero oscuros, claramente inspirado en Waylon Jennings, de quien toma también en muchos momentos su forma de actuar en el escenario.
Sin embargo, tomada en conjunto la película, salta a la vista que su Bad Blake no es sino un álter ego de Kris Kristofferson (con quien comparte amistad desde que ambos coincidieran a las órdenes de Michael Cimino en ese valiente clásico a reivindicar que es “La Puerta del Cielo”).
El parecido entre personaje y cantante real no se queda sólo en la apariencia física o en el estilo musical e interpretativo, sino también en la propia historia, con los problemas con el alcohol, los matrimonios fallidos, las crisis de autoestima y los buenos amigos que acuden al rescate. Al parecer, tras ver “Crazy Heart” en un pase privado, Kristofferson aseguró haberse emocionado varias veces: “Es mi vida lo que estaba viendo en la pantalla”, le reconoció a Bridges.
La banda sonora
Al estreno de la película, titulada en España “Corazón Rebelde”, se suma el lanzamiento de la banda sonora bajo el sello New West.
El disco, bastante más amplio y recomendable en su edición especial, incluye varios cortes interpretados por Jeff Bridges junto a piezas a cargo de Ryan Bingham (que interpreta el tema premiado en los Globo "The Weary Kind"), George Jones, Lucinda Williams, Waylon Jennings, Townes Van Zandt, Stephen Bruton, Lightnin’ Hopkins… e incluso Robert Duvall, balbuceando la emocionante ‘Live Forever’ de Billy Joe Shaver.
“El ‘outlaw’ ha sido uno de los movimientos más interesantes de la historia de la música country. Tiene sus raíces en los años setenta, cuando toda una nueva hornada de artistas y algún veterano reaccionaron contra la encorsetada y corrupta evolución que estaba protagonizando ese género musical”
Los 'fuera de la ley' de la música country
El “outlaw” (literalmente “fuera de la ley”; rebelde, renegado, proscrito) ha sido uno de los movimientos más interesantes de la historia de la música country. Tiene sus raíces en los años setenta, cuando toda una nueva hornada de artistas y algún veterano reaccionaron contra la encorsetada y corrupta evolución que estaba protagonizando ese género musical.
La década de los cincuenta había supuesto una importante popularización de la música country de la mano del rockabilly, ese country ágil, salvaje y juvenil, desarrollado por artistas como Johnny Cash, Marty Robbins, George Jones, Carl Perkins o el propio Elvis Presley. Con los sesenta, sin embargo, el panorama cambió. Los grandes sellos contrataron a esas figuras prometedoras y se propusieron “domar” su talento poniendo al frente de cada disco a productores de prestigio, como Chet Atkins, Owen Bradley o Billy Sherrill, encargados de controlar cada aspecto creativo del proyecto, desde la selección de los músicos a la del repertorio. El artista sólo debía aportar su voz y su imagen, convenientemente refinada.
De este modo, el country fue suavizándose, y la instrumentación tosca y simple fue sustituida por orquestas con cuerdas y vientos. Las armonías vocales tradicionales o las voces puras se transformaron en coros ampulosos y arreglos detallistas, e incluso el atuendo o el acento característico de cada intérprete se cuidó y se adecuó para el fin perseguido por las multinacionales: sacar la música country de la Norteamérica rural y hacerla triunfar en las grandes ciudades. A esta nueva estética country, pulida e impecable, que ya venía desarrollándose desde los cincuenta, se la conocía como “Sonido Nashville”, cuyo desarrollo extremo conduciría, ya en los setenta, a la aparición del country-pop o el countrypolitan, con figuras como Kenny Rogers, John Denver o Olivia Newton-John.
Es en ese contexto en el que hay observar la postura adoptada por una serie de cantantes (normalmente también autores) que van convertirse en molestos inquilinos de algunas discográficas. Ya en los sesenta, gente como Merle Haggard, Johnny Cash, Waylon Jennings o Johnny Paycheck fueron los primeros en no ahorrar quejas ni protestas para intentar conseguir mayor independencia a la hora de trabajar en sus discos. Ellos reaccionaron contra el “Sonido Nashville” con el “Sonido Bakersfield”, desarrollado en los bares honky tonk de esa localidad californiana.
Por su parte, las multinacionales no tenían la menor intención de dar su brazo a torcer, pues con la llegada de los setenta las cifras arrojaban una realidad incuestionable: los discos de country eran más populares que nunca, y eso debía ser gracias a las nuevas reglas impuestas. Pero precisamente en ese cambio de década, de los sesenta a los setenta, las modas y los gustos cambiaron radicalmente. La guerra de Vietnam, el fin del sueño hippie, los conflictos en las ciudades y la corrupción política hizo de aquella juventud americana una generación descreída y desilusionada, necesitada de una música auténtica y sin aditivos, con cuyo mensaje y postura pudieran identificarse.
Menos violines y más corazón
Para esa generación comenzaron a presentar sus temas gente como el citado Waylon Jennings y su mujer, Jessi Colter, Willie Nelson, Kris Kristofferson, Jerry Jeff Walker, Billy Joe Shaver o David Allan Coe. Las suyas eran unas canciones de marcado carácter social, que hablaban de la realidad de los setenta, ya fuese a nivel ideológico o sentimental. Eran, además, canciones que apostaban por recuperar el sonido y la estructura del country más tradicional, con una instrumentación más cercana en ocasiones al rock que a lo que se cocía en Nashville, adoptando al desaparecido Hank Williams como líder espiritual y principal inspiración.
Por otro lado, se trataba de unos artistas country que tenían poco que ver con sus predecesores en lo que a estilo de vida, de moda o incluso ideales poíticos se refería. La nueva generación estaba más próxima a los grandes del rock de los setenta que a las leyendas del country de la década anterior. Melenas, ropa hippie, alcohol, pastillas y guitarras eléctricas eran las señas de identidad del cantante country de la nueva corriente.
La apuesta estaba clara, y ante el empuje inevitable, las compañías comenzaron a ceder. Tal vez podría señalarse el debut de Kris Kristofferson, 'Kristofferson' (1970), como el primer álbum puro de la corriente outlaw, al que seguirían en 1973 los discos de Waylon Jennings “Lonesome, On’ry and Mean” y “Honky Tonk Heroes”, en los que este artista planteaba definitivamente un sonido más salvaje y crudo.
Aunque todos pusieron algo de su parte, es a Jennings a quien hay que reconocerle los mayores esfuerzos para que sus colegas de generación lograsen firmar los álbumes tal y como ellos deseaban. Cuentan que, ante la imposibilidad de hacer entrar en razón a los directivos de Nashville, Jennings cogió un avión y se presentó en Nueva York para sentarse cara a cara con los dueños de su multinacional, la RCA. Les expuso las razones por las que debían confiar en los nuevos talentos y darles libertad para escoger sus propios temas, para grabar con sus propios músicos. Solo así conseguirían dar cuerpo al tipo de discos que reclamaba el nuevo público. Y acertó de pleno.
Durante toda la década de los setenta, el movimiento outlaw vivió su edad de oro, alcanzando su momento más representativo con el lanzamiento, en 1976, de un disco que reunía a cuatro de sus grandes representantes: Willie Nelson, Tompall Glaser, Jessi Colter y Waylon Jennings. Su título, “Wanted! The Outlaws”, acabó dando nombre a la nueva corriente country.
El álbum incluía temas en solitario de cada uno de los participantes así como algunos duetos, y entre las canciones seleccionadas cabe destacar ‘My Heroes Have Always Been Cowboys’, ‘Honky Tonk Heroes’, ‘Suspicious Minds’ o ‘Good Hearted Woman’, convertidos hoy en auténticos clásicos.
Aquel fue el primer trabajo de la historia de la música country en convertirse en disco de platino, lo que concedió carta blanca para que los protagonistas de la corriente outlaw desarrollasen a sus anchas su inquietudes artísticas (caso de Willie Nelson, que apostó por efectivas combinaciones de country, jazz y blues).
“Cash era el más veterano del movimiento outlaw, y como tal había vivido diversas etapas de la música country en las décadas anteriores. Fue una clara inspiración para esos nuevos artistas de los setenta con quienes se acabaría identificando”
Cuatro proscritos en la MTV
En esta nueva corriente, cuatro artistas destacaron sobre el resto, cada uno por méritos propios, lo que conllevó que acabaran siendo reconocidos comos los cuatro grandes del movimiento outlaw.
Jennings y Nelson fueron dos de ellos, formando un tándem tan efectivo que les llevó a grabar cuatro discos juntos entre 1978 y 1991. Ambos combinaban en sus trabajos composiciones propias con piezas de colegas como Shaver o Kristofferson, apostando por un sonido honky tonk que aunaba ritmos clásicos con instrumentación eléctrica.
Por su parte, Kris Kristofferson representó en los setenta el más claro triunfo del cantante-compositor sobre el productor estrella de los años sesenta. Sus canciones eran grabadas por los más diversos artistas, muchos de ellos más allá de las fronteras del country, como Frank Sinatra, Sammy Davis Jr., Janis Joplin o Elvis Presley. En sus discos, el protagonista absoluto era el artista en su papel de autor, más incluso que como intérprete, lo que entroncaba directamente con los días grandes de Hank Williams, cuando el vocalista country tenía algo que contar más allá de una historia al servicio de su voz.
Y a falta de Williams, fallecido en 1953, Johnny Cash se perfiló como su mejor heredero espiritual, y líder por tanto de este grupo extraoficial. Cash era el más veterano del movimiento outlaw, y como tal había vivido diversas etapas de la música country en las décadas anteriores.
Sus problemas con las drogas y la ley, sus legendarios conciertos en las prisiones de San Quintín o Folsom así como el apoyo prestado en su programa televisivo a jóvenes talentos ajenos a la escena country, como Bob Dylan o Neil Diamond, fueron una clara inspiración para esos nuevos artistas de los setenta con quienes se acabaría identificando.
El carácter de abanderados del movimiento outlaw de estos cuatro ‘renegados’ llegó a su culmen en 1985 cuando, ante la decadencia del género y de sus propias carreras, decidieron aunar esfuerzos en un álbum conjunto, “Highwayman”.
Producido por Chips Moman (la química entre los cuatro resultó tan evidente que incluso hicieron sus pinitos interpretativos con varios westerns para televisión). En 1990 lanzaron un segundo trabajo, “Highwayman 2″, aún firmado como “Jennings -Nelson – Cash – Kristofferson”, y no sería hasta la gira que iniciaron ese año cuando aquel supergrupo de la música country fue bautizado como The Highwaymen. Ya con ese nombre lanzaron en 1995 su tercera y última colaboración, “The Road Goes On Forever”.
Una formación similar, con Billy Joe Shaver en lugar de Johnny Cash, coincidía por casualidad en un estudio de grabación poco después, resultando un delicioso álbum publicado en el año 2000 con el título “Honky Tonk Heroes”; el canto de cisne del movimiento outlaw original (aunque en la década siguiente aún se darían nuevas colaboraciones para discos –Nelson, Haggard y Ray Price– y directos –Kristofferson y Haggard).
Jennings falleció en el año 2002, y Cash le siguió al año siguiente, junto a Johnny Paycheck. Nelson, Kristofferson, Shaver, Haggard o David Allan Coe siguen al pie del cañón, seguidos por artistas de generaciones posteriores que siguen cultivando la esencia del movimiento outlaw, como Robert Earl Keen Jr., Hank Williams III, Cory Morrow, Roger Creager, Jimmy Aldridge, Kevin Fowler, Wade Bowen o el propio Shooter Jennings, hijo de Waylon.
Acompañamos este fantástico artículo de Javier Márquez con un video de uno de los conciertos de los Highwaymen. ¡A disfrutar!
The Highwaymen Live, Nassau Coliseum (1990)
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Parte 04
Parte 05
Parte 06
Parte 07
Parte 08
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Parte 11
Parte 12
Fuentes:
New York Times
Allmusic
Wikipedia
AMCU Uruguay
Outlaw Magazine
Roughstock
Un gran montaje, sí señor. Es una delicia ver cómo te curras cada entrada, Andoni. Un verdadero honor despertar tu interés con mis artículos. Un abrazo